La Batalla de Puebla: El mito glorificado de una deuda impaga
Cada 5 de mayo, en escuelas, plazas y redes sociales, se celebra con orgullo la famosa Batalla de Puebla, como si México hubiera vencido al imperio más poderoso de Europa en ese entonces. Nos enseñaron a repetir que "le ganamos a Francia", pero pocas veces nos detenemos a revisar la realidad tras esa fecha: no se ganó una guerra, no se defendió la patria con honor, y lo más grave, todo comenzó por una vergonzosa deuda que el presidente Benito Juárez decidió no pagar.
¿Qué sucedió realmente?
En 1861, México estaba prácticamente en bancarrota tras décadas de conflictos internos. Benito Juárez decretó la suspensión del pago de la deuda externa por dos años. Esta decisión enfureció a tres potencias: España, Inglaterra y Francia. Las tres naciones firmaron la Convención de Londres y enviaron tropas a México para exigir el pago. Sin embargo, mientras Inglaterra y España negociaron, Francia —bajo Napoleón III— vio la oportunidad perfecta para expandir su imperio y tener una colonia aliada en América.
El 5 de mayo de 1862, un contingente francés de 6,000 soldados avanzó hacia Puebla para tomar la ciudad. El general Ignacio Zaragoza, con apenas 2,000 soldados mal armados y unos cuantos miles de milicianos indígenas y campesinos, resistió el ataque en los fuertes de Loreto y Guadalupe. El ejército francés, confiado, no esperaba una resistencia férrea y terminó retirándose ese día.
¿Victoria gloriosa?
Sí, se ganó una batalla, pero no la guerra. Francia no se detuvo. Volvió con más fuerza, con más soldados (hasta 30,000 en los años siguientes), y en 1863 tomaron la Ciudad de México. Para 1864, impusieron a Maximiliano de Habsburgo como emperador de México. Es decir, la famosa victoria del 5 de mayo no impidió la ocupación extranjera, solo la postergó.
¿Y el honor?
Nos enorgullece una batalla aislada, olvidando que fue consecuencia de una irresponsabilidad financiera. ¿Qué tan glorioso es celebrar que rechazamos al cobrador de una deuda... solo para terminar perdiendo el país por varios años? La historia oficial, escrita por los vencedores políticos de la época, convirtió una pequeña victoria defensiva en símbolo patriótico, cubriendo el trasfondo vergonzoso: una nación que no pagó, y luego fue invadida.
¿Por qué lo celebramos?
Porque necesitábamos héroes. Porque en medio del caos nacional, era necesario tener un símbolo de unidad. Porque la propaganda nacionalista funcionó. Incluso en Estados Unidos, donde el 5 de mayo se celebra más que en México, el mito sirvió para mostrar resistencia latina ante el poder blanco anglosajón. Pero la verdad histórica se tergiversó.
La Batalla de Puebla fue un acto de resistencia admirable, pero no una victoria estratégica. No derrotamos a Francia. No salimos libres ni victoriosos. Solo ganamos tiempo. La verdadera historia, sin adornos, no es motivo de orgullo, sino de reflexión. Celebrar el 5 de mayo como una gran victoria nacional es como celebrar que sobrevivimos al primer asalto... antes de ser noqueados en el segundo.
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