Aunque Estados Unidos fue fundado sobre principios de libertad religiosa y separación entre Iglesia y Estado, en las últimas décadas una corriente religiosa ha logrado infiltrarse de forma descarada en el núcleo del poder político: el evangelismo. Este movimiento no solo ha influido, sino que ha modelado políticas públicas claves, desde las leyes migratorias hasta el aborto, imponiendo una visión teocrática sobre un país supuestamente laico. Lo que vivimos hoy no es un gobierno neutral, sino un sistema evangélico que, sin camuflaje, dicta normas morales, sociales y legales desde una doctrina religiosa.
La Migración: Barreras Santificadas
Las políticas migratorias de las últimas décadas, especialmente durante la administración Trump, estuvieron marcadas por una retórica "cristiana" que justificaba la exclusión. Grupos evangélicos ultraconservadores apoyaron con fervor medidas como:
La separación de familias en la frontera, vista por algunos líderes religiosos como un castigo justo a quienes “violan la ley de Dios y del hombre”.
La construcción del muro con México, respaldado simbólicamente por pasajes bíblicos (como Nehemías reconstruyendo los muros de Jerusalén).
La preferencia por migrantes “cristianos” sobre musulmanes o latinoamericanos, defendida con argumentos de “proteger los valores judeocristianos” de la nación.
Este enfoque reveló una migración condicionada por la fe: si eras evangélico y blanco, eras bienvenido; si no, eras un “riesgo moral”.
El Aborto: El Caballo de Batalla de la Teocracia
Pocos temas demuestran tanto el poder evangélico como la batalla contra el aborto. Lo que comenzó como un debate moral, se transformó en ley bajo una cruz:
La revocación de Roe vs. Wade en 2022 fue celebrada por las iglesias evangélicas como una “victoria de Dios”. La Corte Suprema, con mayoría conservadora y católica/evangélica, fue el brazo ejecutor de esta imposición religiosa.
Estados dominados por gobernadores evangélicos como Texas, Mississippi o Alabama han implementado leyes draconianas que prohíben el aborto incluso en casos de violación o incesto, con el respaldo literal de versículos bíblicos.
Centros de “ayuda” provida (muchos dirigidos por iglesias) reciben financiamiento público para convencer a mujeres de no abortar, mientras se cierran clínicas reales.
La criminalización del aborto no fue una decisión médica o social: fue una cruzada religiosa.
Educación: Escuelas como Iglesias
El sistema educativo también ha sido campo de batalla para la evangelización política:
La lucha por enseñar el “creacionismo” como una alternativa válida a la evolución, disfrazada como “libertad académica”.
La prohibición de libros que cuestionan el cristianismo, tratan temas LGTBQ+ o promueven una historia crítica del racismo en EE.UU., en nombre de “valores familiares”.
El impulso a escuelas charter cristianas, muchas financiadas con fondos públicos, que enseñan dogmas como si fueran hechos científicos.
En estos espacios, el conocimiento es menos importante que la doctrina, y la ciencia se ve sometida a la Biblia.
Derechos LGBTQ+: Guerra Santa Moderna
Los evangélicos han impulsado leyes y políticas anti-LGBTQ+ que, lejos de proteger a la sociedad, promueven discriminación abierta:
Leyes que permiten negar servicios a personas LGBTQ+ por “creencias religiosas sinceras”.
Prohibiciones sobre el matrimonio igualitario en múltiples estados, resistidas aún hoy, incluso tras su legalización federal.
Restricciones a personas trans en deportes, baños, educación y atención médica, presentadas como defensa de la “familia natural”.
Todo esto apoyado por líderes religiosos que tienen acceso directo a senadores, gobernadores y jueces.
Corte Suprema y Política Federal: El Trono Evangélico
El dominio evangélico no es sutil: es estructural. La Corte Suprema se ha convertido en el principal instrumento del dogma conservador:
Jueces como Amy Coney Barrett han sido seleccionados explícitamente por su fe y su compromiso con la agenda cristiana.
Organizaciones como The Federalist Society filtran candidatos judiciales con criterios morales/religiosos, no jurídicos.
Grupos como Focus on the Family o Family Research Council tienen influencia directa en legislaciones y campañas.
Incluso presidentes como Trump, sin ser religiosos practicantes, han pactado abiertamente con los evangélicos para recibir su apoyo electoral.
¿Una Democracia Bajo Dios o una Teocracia con Votos?
La influencia de los evangélicos en Estados Unidos no es un “peligro futuro”: es una realidad presente. Utilizan la estructura democrática para imponer una moral religiosa disfrazada de ley. Quienes no comparten esa fe —o tienen otra— se ven sometidos a normas ajenas a sus creencias y derechos. La línea entre el púlpito y el parlamento se ha borrado. Lo que queda es una nación gobernada por Dios, pero no por elección divina, sino por cálculo político, miedo moral y manipulación espiritual.
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