Hernán Cortés: La otra historia del hombre que amó a México
Cuando se menciona a Hernán Cortés, muchos piensan en un conquistador cruel que destruyó imperios milenarios. Sin embargo, existe otra historia —más humana y compleja— de un hombre que, lejos de ser sólo un invasor, llegó a admirar profundamente a la tierra que conquistó y a su gente. Esta historia no busca blanquear sus actos, sino mostrar que Cortés fue más que la leyenda negra: fue un hombre apasionado, rebelde, visionario y profundamente marcado por la grandeza de Tenochtitlán y de sus habitantes.
La entrada de 500 contra un imperio
En 1519, Hernán Cortés llegó a las costas de lo que hoy es México con aproximadamente 508 hombres, según el propio Bernal Díaz del Castillo en su obra Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Lo acompañaban 16 caballos, unas pocas piezas de artillería y una voluntad inquebrantable. Nadie podía imaginar que con tan pocos recursos enfrentaría —y vencería— a uno de los imperios más poderosos de América: el mexica.
Lejos de ser una invasión rápida y brutal, la marcha hacia Tenochtitlán fue una mezcla de diplomacia, alianzas, traiciones y asombro. Cortés quedó fascinado con la ciudad: una metrópoli flotante, más limpia y organizada que cualquier ciudad europea de su tiempo. En cartas dirigidas al rey Carlos V, relató con admiración:
“La ciudad es tan maravillosa que apenas se puede describir con palabras. Sus calles rectas, sus puentes, su mercado central, son muestra de un orden civilizado que jamás imaginé encontrar en estas tierras” (Cartas de Relación, 1520).
La relación con Cuauhtémoc: ¿enemigos o respeto mutuo?
Aunque Cuauhtémoc fue el último tlatoani y símbolo de la resistencia mexica, Cortés no lo trató con el desprecio que muchos creen. De hecho, tras su captura, lo mantuvo con vida, lo llevó consigo en expediciones y, según algunos cronistas como Francisco López de Gómara, “lo trataba con respeto, como a un príncipe caído y valiente”.
Existen testimonios de que Cuauhtémoc y Cortés llegaron a desarrollar una relación de cierta camaradería forzada, marcada por el reconocimiento mutuo del valor del otro. El cronista indígena Fernando Alvarado Tezozómoc, en Crónica Mexicana, menciona que Cuauhtémoc decía:
“Este hombre no vino con desprecio, sino con decisión. Su espada no me asusta, me inquieta su mirada”.
El dolor de Cortés por las nuevas expediciones
Después de la conquista, Cortés regresó a España varias veces. En 1528, fue a reclamar al rey por el trato que se le daba y por los abusos de otros conquistadores que lo sucedieron. Cortés no aprobaba la brutalidad sin propósito. Lo expresó con crudeza en sus cartas:
“Señor, muchos que vienen en su nombre han olvidado la justicia y la razón, saquean y oprimen, y no buscan el bien de su Majestad, sino su provecho propio”.
Historiadores como Hugh Thomas en Conquest: Montezuma, Cortés and the Fall of Old Mexico (1993), destacan que Cortés sentía celos y dolor al ver cómo otros destruían lo que él había admirado. Quería gobernar, no arrasar.
El sueño de morir en México
Uno de los hechos más conmovedores y poco conocidos es el deseo de Cortés de ser sepultado en la Nueva España, y no en su natal Medellín, España. Pidió expresamente en su testamento ser enterrado en México, “en la tierra que más amó”. Aunque sus restos fueron movidos varias veces por motivos políticos y religiosos, hoy se encuentran en la Iglesia de Jesús Nazareno en el Centro Histórico de Ciudad de México, casi escondidos, pero cumpliendo su última voluntad.
En palabras del historiador Christian Duverger, autor del libro Cortés (2019), “el deseo de ser enterrado en México no era un simple capricho. Era una forma de pertenencia. Hernán Cortés se sentía más mexicano que español, más parte de Tenochtitlán que de Castilla”.
¿Villano o visionario?
Reducir a Cortés a una caricatura de opresor es desconocer el contexto de su tiempo. Fue un hombre de su época, sí, con fallos y virtudes. Pero también fue un rebelde que desobedeció a su superior (el gobernador de Cuba), un líder que supo negociar con pueblos indígenas oprimidos, y un político frustrado al ver que la Nueva España caía en manos de burócratas sin amor por la tierra.
Su figura sigue dividiendo. Pero si algo es claro, es que Cortés no vino sólo a conquistar, sino a crear algo nuevo, aunque no siempre bajo los términos que él hubiera deseado.
📚 Fuentes y lecturas recomendadas:
Cartas de Relación – Hernán Cortés (1520-1526)
Historia verdadera de la conquista de la Nueva España – Bernal Díaz del Castillo
Crónica Mexicana – Fernando Alvarado Tezozómoc
Conquest – Hugh Thomas (1993)
Cortés – Christian Duverger (2019)
La visión de los vencidos – Miguel León-Portilla (para contrastar desde la visión indígena)
Comentarios
Publicar un comentario