Vietnam: cuando un gobierno católico gobernó a un pueblo budista
En la historia de la Guerra de Vietnam solemos escuchar que fue un enfrentamiento entre el comunismo y el capitalismo, entre la URSS y Estados Unidos. Pero detrás de las bombas y la geopolítica existía un conflicto mucho más humano: el religioso.
Ngô Đình Diệm, presidente de Vietnam del Sur, era un católico ferviente en un país donde más del 70% de la población era budista. Su gobierno, apoyado por Washington, se convirtió en un experimento fallido de imponer una minoría religiosa sobre la mayoría del pueblo.
La discriminación fue evidente: los católicos recibían tierras, privilegios en el ejército, mejores cargos en la administración pública e incluso protección directa de las autoridades. Mientras tanto, los budistas sufrían la represión de sus festividades, la destrucción de sus templos y la prohibición de ondear su bandera religiosa.
Lo que parecía “defender la fe” terminó siendo un mecanismo de división social. Los campesinos budistas —la base del país— comenzaron a ver al régimen como una tiranía disfrazada de religión. El conflicto religioso se convirtió así en un problema social explosivo: desigualdad, marginación y violencia estatal contra quienes no compartían la fe oficial del poder.
Lo irónico es que, en nombre de Dios, se sembró el terreno perfecto para el avance del comunismo ateo. La gente, harta de un gobierno que los aplastaba en nombre de una cruz que no sentían suya, prefirió escuchar la promesa de igualdad que ofrecía el Vietcong.
La pregunta incómoda es esta: ¿cuántas guerras en realidad no nacen de los misiles, sino de la arrogancia de imponer una fe sobre otra?
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