El Papa Gregorio XVII había muerto en circunstancias extrañas. Su cuerpo, rígido como piedra, fue encontrado en sus aposentos con las manos aferradas a un fragmento de basalto negro. Sus ojos, abiertos pero vacíos, reflejaban un horror indescriptible. La noticia de su muerte se esparció por Roma como un susurro maldito, y la Santa Sede convocó a los príncipes de la Iglesia a un cónclave inminente. El cardenal Giulio Conti, uno de los más jóvenes en el colegio cardenalicio, sentía que algo no encajaba en la versión oficial de los hechos. Había estado en la biblioteca vaticana cuando recibió la noticia. La forma en que los guardias suizos hablaban en voz baja y la rapidez con la que clausuraron los aposentos papales despertaron sus sospechas. Se escabulló hacia los Archivos Secretos en busca de respuestas, siguiendo su instinto. Entre estantes oscuros y manuscritos con olor a siglos, encontró un documento peculiar. Era un pergamino envejecido del siglo IV, con anotaciones en latín arcaic...
Política religion y su historia porque el que no conoce su historia está condenado a repetirla Geopolítica actual